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Narrado por James Marriot
Durante la exultante cobertura del primer trasplante de útero realizado en Gran Bretaña, esperé noticias sobre el donante. Conocimos a los cirujanos triunfantes de ojos brillantes que habían trabajado un domingo en su doble quirófano especial. Aprendimos sobre la receptora, que nació sin útero, que ahora tiene períodos y espera para comenzar la FIV. Pero de su hermana, que había donado su útero, sólo hubo un breve comentario: “se está recuperando bien”.
La gravedad de su sacrificio quedó de lado, aunque se trataba de una histerectomía radical, en la que se extirpaba no sólo el útero y el cuello uterino, sino también el “manguito” (parte superior) de la vagina. Dado el complejo proceso de trasplante, tomó muchas más horas, con mayor riesgo quirúrgico que una histerectomía convencional, una operación que puede arrojar a la mujer a la menopausia, provocar coágulos sanguíneos y